Capítulo 1
DIOS MÍO, ¿QUÉ ESTOY HACIENDO EN ESTA TIERRA?
Quería gritar, aullar, romper en pedazos todo ese escenario tan blanco, tan impecable y tan
minimalista. ¿Por qué vivimos esta vida tan árida y nadie se rebela?, me pregunté mientras,
llorando, tomaba lentamente un café en Sex & Sex, el más fashion de los puntos de encuentro de
mi ciudad. Un agujero se estaba abriendo en mi pecho, justo a la altura del corazón. Algo andaba
muy mal en mi mundo y en el mundo. ¿Cómo seguir adelante? Las claves atlantes de la cuarta
dimensión, el último libro que acababa de comprar, permanecía cerrado sobre la mesa y ya no me
hacía feliz. ¿Qué estoy haciendo en esta tierra? Mi vida se está derrumbando. El mundo es un
caos, todos están asustados y yo también, pero nadie reacciona. Estoy sola, como todos, y mi
corazón se está volviendo de piedra, como el de todos, me dije con los ojos nublados de tristeza,
tan nublados como el cielo de Buenos Aires en esa tarde de otoño. El BlackBerry estaba
sonando. ¿Para qué contestar? Los rayos anunciaban lluvias, tormentas, estallidos, quiebres
irreversibles.
Soy Morgana Swiatlowsky, padre y madre ateos, ambos psicoanalistas lacanianos. Soltera,
treinta y cinco años, arquitecta. Vivo en Buenos Aires, en un hermoso loft redondo, un silo de
trigo de una ex fábrica, ahora un súper fashion refugio de gente convencida de haber triunfado en
la vida. Tengo piscina, gimnasio, room service, cine privado. Tendría que estar agradecida. No
debería estar llorando. Soy independiente, eficiente, responsable. En una de las mayores crisis
económicas de la historia, trabajo en mi propio estudio de arquitectura, tan blanco, tan árido y
tan minimalista como este café en el que no hay ni una planta. “No quedan bien”, dice Robert,
mi querido socio gay. “Nada de naturaleza. Rompe la onda despojada.” En el estudio vivimos a
los zarpazos, como corresponde a los tiempos que corren. ¿Hay otra alternativa? Voy al gimnasio
cinco veces por semana, mi dieta es súper light y aburrida, y estoy delgada, también como
corresponde. ¿Hay otra alternativa? Sí, hago un seminario de espiritualidad tras otro, pero nunca
practico nada de lo que aprendo. Mi estudio está frente al río y tiene una vista extraordinaria,
cafés extraordinarios, extraordinarios restaurantes cinco estrellas llenos de gente extraordinaria.
Pero yo duermo siempre sola. Cumplo con todos los requisitos para sobrevivir en este mundo de
acuerdo con las pautas establecidas, pero mi angustia crece, y crece. Mido un metro setenta, soy
joven, rubia, delgada, alegre, interesante, según la opinión de todos. Estoy en condiciones
óptimas para encontrar al amor de mi vida. Pero nunca lo llegué a conocer. Tengo todo a favor, y
sin embargo voy por todos lados con un cuchillo clavado en mi pecho.
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